Apasionante, la historia jamás deja de sorprender. Nada puede darse por seguro ni por cerrado, porque la aparición de un documento modifica el estado de cosas y, más valioso aún, inaugura nuevas líneas de estudios. En el caso de la Casa Histórica, una publicación del diario El Orden revela que una de las paredes del Salón de la Jura se derrumbó y fue reparada velozmente, con el fin -como desliza el artículo- de que nadie se diera cuenta de lo que había pasado. Esto pone en cuestión la certeza de que el Salón de la Jura es el “original” de 1816. De acuerdo con este hallazgo periodístico, al menos uno de los muros es mucho más nuevo. Ya veremos cómo y por qué.
Consultados por LA GACETA, historiadores que conocen en profundidad el devenir de la Casa Histórica quedaron interesados por este episodio, del que no se habían ocupado especialistas en el tema como Ramón Leoni Pinto, Juan Carlos Marinsalda y Carlos Páez de la Torre (h). Tal vez se debió al secretismo con el que las autoridades se manejaron en ese momento, al punto de que sólo fue el perspicaz y bien informado cronista de El Orden quien se enteró y lo publicó en un “suelto” de pocas y precisas líneas.
Conviene aquí recordar que la vivienda del matrimonio Laguna-Bazán no sobrevivió a la piqueta en el siglo XIX. Lejos habían quedado el Congreso y la gesta independentista; entrada la década de 1870 la casa estaba muy deteriorada, como lo demuestra la icónica fotografía tomada poco antes por Ángel Paganelli. La propiedad ya había cambiado de manos, adquirida por la familia Zavalía, y cuando luego la compró el Estado nacional su destino fue albergar la oficina del correo. Con tal objetivo, la tiraron abajo para dar lugar a una nueva construcción.
Como se sabe, la particularidad es que se preservó el Salón de la Jura, que quedó como una suerte de “casita” con las mismas paredes y el piso que habían recorrido los congresales en 1816. Apenas iniciado el siglo XX al edificio del correo también lo demolieron, mientras que el Salón de la Jura quedó protegido y prestigiado por un templete vidriado de estilo francés. Lola Mora lo ornamentó con sus célebres bajorrelieves y esculpió una estatua maravillosa -La Libertad-, tan impactante que excedía el ámbito del templete y terminó en el centro de la plaza Independencia.
En este punto se produce el hecho, por lo que valen unas líneas acerca del medio que lo da a conocer. Fundado en 1883, El Orden se consolidó como vespertino -los diarios que aparecían a la tarde- y vivió sus mejores tiempos en el período 1890-1930. Funcionaba en 25 de Mayo al 200, en la sede que hoy ocupa el Centro Cultural Virla. Se trata de una fuente ineludible de consulta para todo lo referido al Tucumán de principios del siglo pasado. Terminó desapareciendo, víctima de una serie de malas decisiones empresariales y editoriales, en 1943.
Sucedió una noche...
Llegamos entonces al viernes 5 de mayo de 1916, cuando Tucumán se preparaba para celebrar el centenario de la Declaración de la Independencia. Esa tarde, El Orden da cuenta de lo ocurrido en la Casa Histórica la noche anterior: nada menos que la caída del muro norte original del Salón de la Jura. Reproducimos aquí esa breve y contundente crónica, que adjudica el episodio a una mala praxis de los albañiles encargados de los arreglos que estaban practicando en la “casita” y en el templete con miras a la fiesta del 9 de julio. El periodista, sin eufemismos ni verbos en potencial, culpa al jefe de la cuadrilla.
“Inmediatamente después de ocurrir el accidente se dio comienzo a la reconstrucción de la pared derruida -tarea que se prolongó durante toda la noche de ayer- hasta obtener una refacción tan completa que solo poniendo mucho cuidado se puede apreciar el desperfecto”, apunta El Orden.
El cierre de la nota subraya el ocultamiento: prohibieron el ingreso “a fin de que no trascendiese al público el derrumbe”. ¿Habrá sido una directiva del gobernador Ernesto Padilla?
En síntesis
Conjeturas al margen, lo que el documento periodístico informa es que, al contrario de lo que se creía, el Salón de la Jura no es en su totalidad el original de 1816. Al menos una de sus paredes, justo la que ocupaba la presidencia durante el desarrollo de los debates, se derrumbó 100 más tarde. ¿Fue solo una parte de ese muro? ¿O se vino abajo casi en su totalidad? El Orden no proporciona precisiones. Lo que no se le escapó fue la importancia del hecho y así lo registró.
La pelota pasó ahora al campo de los historiadores, quienes cuentan con las herramientas necesarias para analizar el texto, cotejarlo con otras fuentes y profundizar sus estudios. Mientras, la Casa Histórica nos demuestra que, lejos de mantenerse estática y cubierta por la polvareda del pasado, se mantiene viva y dispuesta a seguir sorprendiéndonos.